El secuestro del cuerpo

Llevo ya unos cuantos meses meditando a diario y está siendo una experiencia enormemente recomendable ya que se convierte en una herramienta de apoyo más en la gestalt al llamado «observador» o en terapia transpersonal «testigo consciente». La postura del observador ya hace años que la trabajo pero a veces este llega demasiado tarde, cuando ya ha ocurrido el disparador que me ha puesto de nuevo en apuros. Con la meditación me doy cuenta que gano esta fracción de segundo que me permite «dar el paso atrás» en la situación de la que hablan en la PNL. Realmente me doy cuenta que paso a paso voy realizando mejoras en mi forma de reaccionar, aunque hay un punto, que mi cuerpo va más rápido que mi mente.

En mi proceso personal no busco en absoluto la iluminación espiritual que tantas personas ansían al iniciar estos procesos, ni tampoco la muerte absoluta del ego, sino más bien un funcionamiento óptimo y un estado de tranquilidad y bienestar que me permita funcionar de una forma sana y coherente. Aunque en el punto en el que estoy, de (creo) conocerme bastante, aún saltan las alarmas y suceden los incendios; cuando esto ocurre me inunda una sensación de frustración y/o fracaso y empiezo a atacarme a mi misma de que aún no estoy haciendo o dando/siendo lo suficiente y la sensación de todo esto es muy visceral.

Lejos están aquellos momentos de estar discutiendo una tabla de precios con mi compañero de trabajo y tuviese que parar porqué me dolía a mil demonios la zona occipital por los pinchazos que me estaba generando aquella sencilla tarea. Ahí empezaron los primeros ataques de ansiedad. O una furia descontrolada y alteraciones emocionales considerables por una microbiota rebelde.

Como bien podrás saber, los humanos somos máquinas un poco más complejas que un sacapuntas y para nuestro funcionamiento entran muchos factores, no sólo el psicológico, sino también el físico.

Centrémonos inicialmente con el funcionamiento fisiológico del cerebro (recomiendo enormemente leer «El espejo del cerebro» de Nazaret Castellanos), más concretamente en lo que se llama el «secuestro amigdaliano».
Con la meditación se fortalece la corteza frontal, esta que nos permite vivir y reaccionar de forma racional, es la parte más evolucionada de nuestros cerebros, pero esta está conectada a otra parte primitiva, la amigdala. La amígdala, es una parte del cerebro localizada en la profundidad de los lóbulos temporales del cerebro, y forma parte del sistema límbico, responsable de todos los aspectos de nuestra psique que tienen que ver con lo afectivo. En concreto, la amígdala juega un papel central en el procesamiento y almacenamiento de información emocional. El Sistema Límbico regula las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos, es decir, que todas sus estructuras son esenciales para el control emocional de la conducta del ser humano. Pero lo que hace que la amígdala destaque dentro del Sistema Límbico es que es clave para la supervivencia, debido a que su principal función es integrar las emociones con los patrones de respuesta correspondientes a estas, ya sea a nivel fisiológico o a nivel conductual.
Al cerebro hay que unir otras partes del cuerpo, los órganos, que según su funcionamiento también pueden alterar nuestro estado psicológico y emocional y alterar nuestra conducta.

Cabe destacar también que nuestro cuerpo y cerebro son incapaces de discernir si la amenaza que estamos viviendo es real o no. Cuando aparece una amenaza, sea un león que nos va a comer o una situación que en el pasado nos haya generado algún tipo de conflicto o trauma, reacciona de la misma forma. La amígdala empieza a soltar señales bioquímicas que se reparten por todo el cerebro (y de ahí al cuerpo) y ante una amenaza se activan las señales de lucha o huida, y por mucha mente racional que pongamos, reaccionamos primeramente a los impulsos físicos que a los racionales.

Hace un par de semanas que por fin, después de varios meses (calculo que desde Julio), he conseguido bajar el ritmo de trabajo y también con una buena gestión emocional y psicológica atender de forma distinta cosas que normalmente me hacían salir de mi centro (estoy enormemente agradecida por esto, sin todo el trabajo realizado hasta la fecha no hubiese llegado a este punto).
Al bajar el ruido, sobretodo al meterme en la cama, me doy cuenta de que aún tengo el sistema nervioso en modo «punki», generando por ejemplo que cuando quiero relajarme, no pueda o cuando aparece alguna cosa que tenga que atender, tenga que hacerlo de forma «¡ya! ¡inmediato! ¡ahora!». Está bien vivir en el aquí y en el ahora, pero con el sistema nervioso disparadísimo este «aquí y ahora» le debo sumar la inmediatez del momento y el miedo que si no lo hago ocurrirá una catástrofe. Otra cosa que he observado al bajar el ritmo también es que he tenido mejoras circunstanciales con la memoria, por fin soy capaz de retener más de 5 minutos un nombre, un numero o incluso los platos que voy a pedir del menú de un restaurante ¡y tan sólo han pasado dos semanas!

Al comentar el otro día mi estado actual y lo observado a uno de los terapeutas me comentó:

«El niño interno del que tanto se habla es más real de lo que creemos, en nuestro cuerpo de adulto aún viven todas aquellas partes que vivían en nosotros de niños, podríamos llegar a reconstruir nuestro «yo niño» con cada uno de los trozos que aún residen en nosotros. En estas partes aún están todas las memorias de aquello que nos ocurrió antaño. Cuando revivimos algo, esta memoria se reactiva y reacciona porque está en nosotros».

Y a continuación añadió:

«Con las situaciones que has vivido toda tu vida, tu estado natural es el de estar en modo de alerta y por esto a la que te relajas te saltan todas las alarmas».

Ayer en un trabajo volvió a suceder una reacción corporal de estas, de nuevo una situación que inconscientemente se conectó con un recuerdo que sucedió con un secuestro corporal. Por más análisis, observación y demás que estuviese, el secuestro estuvo y no ha quedado otra que esperar unas horas a que bajase la reacción bioquímica y recibir más información para observar realmente lo que ocurrió. ¿Al verlo, voy a poder reaccionar de forma distinta la próxima vez? Será necesario un buen trabajo, de momento sólo decir que me siento humildemente en pañales.

Añado otra frase de otra terapeuta:

«A las personas que estamos en este nivel de consciencia, los problemas/circunstancias/aprendizajes no nos suelen venir de cara y teñidos color rojo».

2 comentarios

  1. Yo estoy ahora viviendo una situacion limite de mi niña interior. Gracias por tus palabras que me ayudan a hacerlo consciente. Mi trabajo es volver a la adulta y desde aqui abrazar a la niña: el peligro se hace mas pequeño. Gracias!

    1. La cosa es que ya eres adulta. Debes ser consciente de estas reacciones fisiológicas y atenderlas con lo que conoces tras tu trabajo personal, no reaccionar de buenas a primeras y preguntarte «para qué» está sucediendo esto. Ayer al aparecer el «secuestro» no monté el numerito, me quedé observando y traté de identificar de dónde venía, qué estaba sintiendo, qué aprendizaje me estaba ofreciendo y sobretodo y muy importante, tratar de no engancharme a ello para no generar un trauma de la situación.

      Espero que te sirva.

      Muchas gracias de nuevo y como siempre por tu comentario, Mercè.

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