De pequeños todos dibujamos, es más, es una actividad que se promueve en los primeros años de la infancia; a medida que nos hacemos mayores, a menos que sea nuestra pasión, recibamos feedbacks positivos o demás, lo más probable es que esto de dibujar sea se vaya considerando algo sumamente inútil y poco productivo y acabemos por dejarlo a un lado en pro de otras actividades quizás más atrayentes (que no necesariamente más productivas) o socialmente consideradas más útiles como estudiar, trabajar, socializarse, etc. Básicamente, entra en juego nuestro juez interno que nos dice, «esto son simples garabatos», «no vales por esto» o «esto no sirve para nada y no te va a dar ningún beneficio». El resultado, que poco a poco lo vamos dejando.
Me acuerdo que desde pequeña, hasta bien entrada la adolescencia, tenía la costumbre de garabatear en los marcos de las páginas de los libros (lo llamaban ensuciar los libros), personalizar hasta el último rincón de las agendas escolares y durante una temporada llevaba siempre conmigo una libreta donde dibujaba y apuntaba mis reflexiones. Al finalizar el bachillerato y al cambiar de ciudad, por algún motivo aquella actividad creativa cesó, los dibujos pasaron a ser diagramas de redes y de mi forma de organizar la vida y de repente dejé aparcadas las libretas y el uso del medio manuscrito. Toda mi actividad artístico-creativa pasó a ser puramente digital para editar fotografías, crear logos y páginas web. Dibujar, ni que sea de forma digital, pasó a ultimísimo plano.
En mi 40º aniversario, asistí a una constelación familiar en la que el trabajo final de integración consistía en dibujar un mandala. Cuando se propuso la actividad al principio del día, tuve una sensación como de aborrecimiento, ¡blah! ¡un mandala! ¡otra vez! bolitas, cuadraditos y motivos tribales. Inicialmente no me llamó mucho la idea; la dejé de lado y la actividad prosiguió hasta su final. De nuevo se propuso la actividad y ahí conecté con que tenía la necesidad de hacer algo distinto. Al cerrar los ojos me vinieron dos imágenes, la silueta de una persona hundiéndose en el mar en modo de «dejar ir» y «ansiedad» que no visualicé inicialmente ninguna imagen, sólo la sensación. Empezamos la actividad y me puse con la primera imagen, todo mi afán de dibujar la silueta emergió y al poco rato me di cuenta de lo absorbente que se estaba convirtiendo aquello, la necesidad de plasmar lo mental en formato 2D sobre un papel; al tener la silueta dibujada, cogí un lápiz de color azul y me dispuse a pintar el fondo, de repente me di cuenta que no me acordaba como usar la técnica para pintar de forma uniforme el color, sabía como tenía que hacerse, pero la ejecución estaba como bloqueada. Así que tiré de la teoría y a los pocos segundos mi mano supo lo que tenía que hacer. Si ya estaba sumergida en el dibujo, ahí me sumergí aún más y a los pocos minutos salió la segunda silueta para la ansiedad, una llama. Muestro de nuevo el mandala que puse en la entrada de constelaciones familiares.
Los días pasaron y se me propuso hacer un ejercicio que durante 40 días tenía que leer unos pdf con unos ejercicios y escribirlos a mano en una libreta. Tras la experiencia de la constelación me animé con esto de la vuelta a lo manuscrito y quería volver a lo grande. Me fui a la tienda de artículos de dibujo del lado de casa y me compré una libreta pija formato A5 con tapa dura y papel satinado y de calidad, una caja de 18 lápices Caran d’Ache acuarelables, un lápiz de mina de 2 mm y una goma y maquinilla a juego para el pack, para tenerlo todo listo, a mano y a punto para cuando se destapase de nuevo todo mi potencial creativo y ver hasta donde podría llegar esta vez. Empecé la cuarentena, y cada día los ejercicios me llevaban entre 2 y 3 horas. Los primeros días los hacía con sosiego y satisfacción, hasta que estos se juntaron con mi trabajo diario y empezaron los malabares para encontrar el tiempo para hacerlos al día. Lo de dibujar… como mucho al 15º día donde estrené el lápiz de color rojo para colorear un corazoncito medio amorfo que me salió dibujar tras conectar con una cosa bonita. Llegué al día 40 y nada de dibujitos ni garabatos. Ni tan sólo un símbolo… nada…
Días antes de terminar la cuarentena, mis padres me comentaron que al lado de casa había una exposición de arquitectura urbana. Mi padre me dijo, «hay esto, pero quizás no te interese». Mi furia se desató al recordarle que en bachillerato estaba optando por Arquitectura o Informática y que finalmente tiré por lo que era evidente en aquella época, la Informática. Me enfurecí cuando me dijo sorprendido que no sabía que me interesaba la arquitectura… (suspiro…). Una vez ahí, en las charlas de presentación de la exposición y los proyectos, me percaté que en la pantalla del fondo aparecían dibujos y pocos minutos más tarde, que estos tenían relación con lo que iban comentando los conferenciantes. Mi cabeza empezó a mirar para todos lados para ver qué es lo que estaba ocurriendo, y ahí detrás, entre todos los aparatos de sonido había un chico con una tableta digitalizadora, garabateando todo lo que se decía. ¡Me pareció divino! además de que me conectó con los garabatos que hacía en mis libretas alrededor del año 2000.
Al volver a casa, todo normal, pero al meterme en la cama mi mente no podía parar quieta, de repente, a las 4 de la madrugada, me vinieron a la cabeza ¡LAS LIBRETAS! y me puse a buscarlas. ¡Ahí estaban! ¡Mis pequeños tesoros! y al abrirlas, tras hojear con extrema delicadeza aquellos papeles que olían ya a viejo, percatarme de que ¡eran auténticas máquinas del tiempo! Las libretas contienen más alrededor del 1999-2000 dibujos y más adelante esquemas, trabajos manuscritos y demás. Al final de la entrada dejo una galería con alguno de los contenidos de estas libretas, principalmente la más vieja del 1999-2000. Recuerdo que había otra con más dibujos pero no está 🙁
Fueron pasando los días y las ansias de dibujar no aparecían. Un día, tonteando en Internet, facebook me recomendó un vídeo del canal de Youtube Fred Lammie (casi creativo) sobre las addicciones que me gustó mucho (lo recomiendo), tras verlo, me puse a ver qué otros vídeos había en el canal y encontré éste otro titulado «Aprender a dibujar», en el que explicaban los motivos porqué dejábamos de dibujar y como retomarlo.
Lo dejé ahí, con la idea de empezar a dibujar circulitos, cuadraditos y demás. Me auto-boicoteé de nuevo a la espera de ir a comprar una libreta con cuadrícula.
Pasaron los días y del lugar que menos te lo esperas salió «el disparador». Estos días, después de la vuelta de las «vacaciones» (vacaciones del trabajo, pero no de lo personal), he tenido en la oficina durante casi dos semanas a unos operarios instalando (¡por fin!) unos aires acondicionados que nos dio un cliente a cambio de nuestros servicios. Como entre el ruido y el polvo no podía trabajar, a ratos me ponía a charlar con ellos. Conecté especialmente con uno que era de mi misma raza, de estos culos inquietos que hacemos de todo y me enseñó su vena artística además de su instagram. Al volver los dos a nuestros respectivos trabajos, mi mano empezó a garabatear círculos, después triángulos y finalmente otros objetos con una calidad bastante razonable. Ahí me di cuenta también de que uno de los motivos por lo que no era capaz de dibujar era porque tenía la mano flácida de no escribir, al haber hecho la cuarentena (y la aparición de nuevo del callo del contacto del bolígrafo en el dedo), los círculos eran círculos y las líneas, líneas y no churros como otras veces había ocurrido y motivo por el cual intuyo no era capaz de dibujar nada.
El fin de semana siguiente fui al festival de consciencia que se celebró en Barcelona, y algo me dijo que llevara papel y boli para tomar apuntes. Una vez ahí, en la pared del edificio, había ¡círculos! En la primera charla, empecé a dibujar círculos y acto seguido repetir lo mismo que había visto en la exposición de arquitectura urbana unas semanas antes. Los apuntes que hice de las charlas resultaron ser esto:
Dibujar es considerada una magnífica forma para liberar el estrés y permitir la gestión de las emociones. Si mi vida diaria me lo permite y aprovechando que ahora existe youtube con miles y miles de tutoriales de cómo dibujar, me estoy planteando de retomarlo y tratar de mejorar en aquellas cosas que hicieron que poco a poco lo fuese dejando. Han sido muchas las veces que me hubiese gustado poder hacer charlas con presentaciones con dibujos propios, pero la calidad de los garabatos no era suficiente para exponerlas en público (según los criterios de mi auto-exigencia). Y al igual, si la economía lo permite, si la cosa va a más, me planteo hacerme con una tableta digitalizadora.
Doy profundamente las gracias a todas las personas que han intervenido en este despertar.
Querido lector, ¿Cuál es tu experiencia y evolución con este arte? ¿Lo usas? En caso negativo, ¿Qué te llevó a dejarlo? ¿Has pensado en retomarlo?
Maravellòs
Increíble la experiencia que tuviste y estas teniendo, pintar es muchísimo más de lo que aparenta ser. Dibujar es el arte de lo simbólico, lo no verbal, la puerta a lo oculto pendiente de de ser revelado. Adicionalmente, en neurociencia ya se determina como un acto psicoterapéutico de alto calibre por sus beneficios sinápticos y de integración de hemisferios. Por mi parte, yo en mis sesiones como terapeuta y a nivel personal uso el dibujo como herramienta de integración y de auto indagación. Enhorabuena por tu despertar!
Muchas gracias por tu comentario y sobretodo por tu trabajo (tanto interno como con los demás)!