A diario tenemos que lidiar con cosas que hacen que nuestras emociones suban y bajen como el caballo de un tiovivo. Al momento de tomar las decisiones, podemos experimentar ilusión, esperanza, miedo, ira, frustración, tristeza, desasosiego, etc. y con ello la autoconfianza, la autoestima y la autovaloración pueden ir de un lado a otro.
Siempre que decidimos hacer cambios en nuestra vida lo hacemos por qué hay algún tipo de incomodidad (sentimos que necesitamos hacer un cambio) o que las circunstancias nos llevan a ello, voluntariamente o forzosamente. Es en estos momentos donde se nos abre la posibilidad a observar como nos encontramos.
En el post de hoy desearía compartir una experiencia en la que nos hemos encontrado la gran mayoría de los adultos, la necesidad de un cambio laboral.
El mensaje común en muchas personas es: Estoy muy a gusto en mi puesto actual, no puedo y no debo dejarlo, ya que tengo una responsabilidad con él además del mísero detalle de que se trata de mi propio proyecto (decisiones tomadas en anterioridad). Como tal no va mal, pero tampoco va bien. Hay mucho trabajo realizado hasta la fecha y las circunstancias sociales y políticas de los últimos años (los culpables de fuera) han hecho que los tiempos para conseguir los objetivos se dilaten demasiado, provocando entre otras cosas, que el número de ingresos sea inferior al necesario para ofrecer unas condiciones salariales dignas; súmales la responsabilidad con mis trabajadores y clientes (dar a los demás antes que a ti). Como tal, y como no es posible pagar las facturas con buena voluntad, experiencia ni buenas intenciones, evidentemente, el tema económico es una de las necesidades a mejorar. Esta problemática es la misma que tienen muchos autónomos y pequeños empresarios y el gobierno que hemos escogido y nos ha tocado mira para otro lado (este es otro asunto -emoji de fuego muchas veces-).
Cuando eres nuevo en esto del mercado laboral, la experiencia es de novedad, estás abierto a todo, andas quizás un poco perdido por no saber donde encajarás (inseguridad), pero a medida que vas avanzando en el tiempo, además de que si eres proactivo y te formas, tu experiencia profesional aumenta, entonces te haces una idea de cuál es tu lugar (autovaloración). Todo bien, hasta que decides/necesitas cambiar y decides buscar otra cosa o algo más. Te das cuenta de que las cosas cambian y con ellas debes cambiar si no quieres morir (miedo).
En mi caso, tengo la «suerte» de estar en uno de los ramos profesionales más codiciados, con sueldos más bien altos, aunque tiene un pequeño «pero», el mundo TIC es vertiginosamente cambiante y la experiencia que estoy viviendo estos días es la misma que tuve hace dos años cuando hice otra prospección. El resumen, ira, frustración y flagrante ataque a la autoestima.
Hay centenares de puestos disponibles, muchos son pura basura y explotación laboral, si quieres algo mínimamente digno debes disponer de un mínimo de años de experiencia, aun así con tecnologías relativamente nuevas. Cuando empiezas a analizar, te das cuenta de que todo lo que sabes, de poco te sirve, además de que las ofertas laborales TIC se parecen más bien a la extensa carta de un restaurante. Todo muy bueno, calidad dudosa a veces. Empiezas a poner tus conocimientos al lado de los requerimientos como si de un intercambio de cromos se tratase y ves que tienes más «falti» que «tengui». Ahí empieza a tambalearse algo. Sabes que tienes experiencia, que te has formado, que eres una persona capaz; aun de esta forma te quedas con la sensación de que estás fuera y no eres válido (rechazo). Aún no es suficiente. Aquí te derrumbas o decides poner cartas en el asunto.
Hace dos años, tras el intercambio de cromos mi autoestima y autovaloración se derrumbaron por los suelos. Tras lamerme las heridas y un poco de ayuda, desoír las opiniones y recomendaciones de todos aquellos que me hacían sentir como una mierda, decidí tomar aire y centrarme en aquello que podía mejorar, haciendo un esfuerzo de autovaloración y formándome aún más. La autoestima siguió derrumbada durante mucho tiempo. Para calmar la asfixia, cambié el planteamiento de mi puesto de trabajo actual, iniciando nuevos proyectos para salir de la situación. Ahora dos años más tarde, en otro punto, aunque sin haber resuelto el tema económico del todo aún, vuelvo al ataque y me encuentro con otra cosa:
Estos casi 2 años que llevamos de pandemia se ha avanzado mucho con lo ya profundamente reclamado en este entorno, el teletrabajo (y por qué no ha habido más cojones en muchos casos), ya no estamos 100% atados a un lugar físico, aunque no se ha avanzado mucho con la tan alardeada «conciliación laboral». Sí, has ganado el tiempo que destinabas al desplazarte a tu sitio de trabajo, puedes vivir donde haya una mínimamente decente conexión a internet, pero sigues siendo esclavo, encerrado en una habitación de tu casa por 8 horas diarias mientras pones lavadoras y te preparas la comida durante los descansos. ¿Pero qué hay de aquellos casos que implican cuidar a otras personas, atender proyectos personales/profesionales, cuestiones de salud y demás? Uno de los requerimientos que tenía hace dos años y tengo de nuevo esta vez, es la de una jornada parcial. En un mercado TIC, en el que se buscan perfiles técnicos con experiencia incluso debajo de las piedras, esta opción parece ser una utopía. 100% remoto, olvídate (de momento).
Esta vez en lugar de buscar oferta por oferta, suscribirme a todas las webs de búsqueda de trabajo, recibir diariamente las notificaciones de ofertas en las que encajo, revisarlas semanalmente y contactar con aquellas que te parecen atractivas, he decidido hacerlo al revés y hacer lo mismo que están haciendo otros profesionales cualificados: publicar en grupos y redes sociales mis habilidades y condiciones. Además, al mismo momento, mientras no se dé la magia, volver a darle otra vuelta a mi proyecto accediendo a soluciones un poco más riesgosas que podrían implicar el fin de mi proyecto. Decido de nuevo hacerlo distinto y arriesgarme. Hacerlo distinto es plantar cara a los miedos y a aquellas cosas que te desmoronan como persona.
He detallado mi caso personal, en mi ramo, pero la sensación de base me ha sido compartida y transmitida por otros profesionales con los que tengo contacto: periodistas, terapeutas, lingüistas, administrativos, construcción, técnicos tanto TIC como no TIC, etc.
¿Cómo vives tú, querido lector, estos ajetreados cambios laborales? ¿Cuáles son las «trampas» en tu oficio? ¿Qué tal llevas la conciliación, autovaloración y autoestima en este caso? ¿Qué enfoques tomas cuando te encuentras con las pruebas y las dificultades?
Hola, pues ante todo me parece que el mercado laboral según que cosas ya de por si es exasperante y mas cuando llegas al punto de querer cambiar lo que haces o de hacer algo nuevo. Pareciese que las personas mas capacitadas o que quieren superarse sean las que menos opciones tengan y en mi caso no es miedo sino que me da la competitividad y procuro por hacer eso que se supone que no puedo y lo llevo a cabo así me pase cualquier cosa, es decir, que soy tozudo. en fin, que prefiero ahora mismo no pensar pero ir buscando opciones para no generarme ansiedad ni estrés. 🙂