El otro día fui a visitar una casa en la que habían entrado a vivir unas almas encarnadas cercanas. ¡Nada mas que un castillo! (reformado, pero con foso, torreón, murallas y todo!). ¡Un sitio impresionante en un lugar muy agradable y con un proyecto interesante!
El castillo, que según lo que cuentan inicialmente había sido una masía, mas adelante pasó a ser un castillo y finalmente un lugar de recreo y vicios varios para gente pudiente.
Las habitantes de la casa mencionaron de las energías densas y bicharrajos varios que revoloteaban por el aire, el suelo y las paredes, además de los supuestos símbolos masónicos «que estaban por todas partes» eran la prueba fehaciente de que ahí se habían practicado ritos masónicos (en lo que yo veía unas antiguas mazmorras y una oscura despensa/bodega donde almacenar caros vinos y manjares) y demás cosas y sucesos que generan en el lugar sombríos espacios, caldos de cultivo para todo tipo de cosas malignas.
¡Nada!, que unas brujitas, ¡se han ido a vivir a un castillo encantado! y ahora les toca todo el trabajo, tanto de limpieza física, energética, como de habilitación del espacio para vivir dignamente. Os deseo muchos años en este lugar, aunque con visitantes imprevistos los primeros días de esta aventura, semana a semana se va viendo el cambio. ¡Felicidades!
Quería sacar este sitio y esta historia porqué ahí me sucedió una de las cosas que me sucede algunas veces y que me hacen dudar de mi misma y de las situaciones. Al final del fin de semana no paraba de retumbar dentro de mi:
Que alguien me cuente ¿dónde está el error en la matrix que hace que me sienta mas ACOGIDA al sitio donde no he ido, que al que he ido y he terminado sintiéndome invisible, inútil, que molestaba y encima me regañaban por no haber hecho nada malo?
¿do ut des? ¡no! doy para sentirme como una idiota… (Do ut sensu sicut stultus)
La cuestión es que las circunstancias me llevaron a tomar la decisión de ir a ver el castillo con una amiga que había venido a casa unos días. Deseaba enseñarle el castillo y sus gentes, pero prefirió sin ningún tipo de sufrimiento y sin ningún pesar que su anfitriona la dejase sola unas horas y gozar un poco mas de la playa (me comentó que se veía en medio del zafarrancho de limpieza). Así que el lugar del castillo no era lejos y decidí ir sola predispuesta a ayudar con lo que hiciese falta.
Al llegar ahí, tras el descubrimiento del sitio, las manos y el cuerpo se activaron para limpiar el polvo acumulado de 10 años de abandono (y previa «limpieza» de los visitantes inesperados de la primera semana -no quedó nada mas que un solo grifo, todo totalmente limpio! ¡si! ¡ya lo dijo la mujer que habían estado limpiando! aunque viendo la capa de polvo tanto en el suelo como en las paredes, la limpieza se refería a otro tipo de limpieza-).
Necesitaba liberar un poco de energía y tras barrer la zona que nos indicaron a mi y a otra persona, me fui al piso de arriba y le metí caña (se tenía que pasar también el mocho pero 0 indicaciones de dónde sacar el agua, jabón, etc. y la anfitriona desaparecida). Mientras barría, estaba exhorta en mi tarea, a gusto y sin notar tampoco la energía tan cargada. Vi el águila bicéfala, me pareció un decorativo muy medieval, como el rojo-marrón velado de las paredes del pasillo principal y la habitación forrada con felpa roja y algodón, los baños y detallitos varios refinados.
Si, había sido un putiferio, pero tenía su encanto, se notaba que ahí habían metido pasta. Dejé volar la imaginación y pude ver la habitación llena de vida, una orgía a lo sado maso y el pasillo lleno de gente en pelotas mientras «se descubrían los rinconcitos sensuales de sus cuerpos los unos a los otros».
Al terminar, bajé las escaleras polvorienta y sedienta buscando un poco de agua para limpiarme un poco. Se había llenado la entrada y la cocina de gente y se podía ver el ajetreo de preparar la comida. Tras una pausa, me puse de nuevo en acción para poder aportar mis manos y capacidad organizativa para lo que hiciese falta.
Iba haciendo cosas, ayudando lo que pude con el vermouth y la comida, coordinando para mover y parar la mesa, conteniéndome en el aporte de ideas (¡que luego se me saturan y me dicen que me hago cansina!); básicamente tratar de ser útil. Estaba activa, interactuando, aún así, me sentía extrañamente invisible y en algunos momentos me cayeron (aunque no de mal rollo) pequeños chascos por haber hecho mal algo que otra persona había hecho mal. Me sentí un poco indignada, pero al saber y replicar que aquello no era cosa mía con humor, lo dejaba pasar.
El día fue bien, al momento de irme tenía el coche bloqueado y tuve que generar alguna situación incómoda que terminó haciéndome sentir también incómoda a mi.
Al volver a la playa me había quedado con una sensación de un día raruno, el sitio estuvo bien, con la gente en general también, pero fue de aquellos días que dices… algo no ha ido fluido del todo bien. Me sentí un poco decepcionada y traté de no darle muchas mas vueltas al asunto, hasta la noche siguiente en la que otra persona que conocí en unas jornadas de informática hace unos meses, me dijo que las jornadas que habían preparado aquél mismo fin de semana habían sido geniales, que pensaron y hablaron de mi, de cuanto les hubiese gustado que hubiese podido asistir y lo a gusto que me hubiese encontrado con las personas. Aquella misma tarde/noche, en el grupo de telegram de la comunidad, otro mensaje que me hacía sentir de nuevo invisible, como si ni hubiese estado (puedo llegar a entender que estén con mil cosas, pero llegar a tener la sensación que eres un mero martillo que una vez usado lo vuelves a dejar a la caja de herramientas… ¿cómo lo diría? no me deja buen sabor de boca… -y no es la primera vez-). Todo aquello me hizo sentir entre triste y furiosa, lo que me llevó a la citación que hay un poco mas arriba.
Los días posteriores he ido pensando a veces en aquellas situaciones en las que me he sentido desplazada, que quizás mi presencia hubiese estado mejor en otro sitio y me hace pensar en la toma de mis decisiones.
Si, todo se puede resumir en las decisiones que tomas; también evidentemente de las circunstancias: El otro sitio que me habían propuesto ir estaba a dos horas y media de la playa y en dirección opuesta al castillo. Tenía a una amiga en casa durante una semana y las jornadas de informática no era un tema de interés para mi visitante.
Estuve unos días pensando en varios «y si…», pero lo único que hay que saber y decir es que, la cosa sucedió así y listos, acéptalo, aprende lo que puedas de ello y suéltalo. Podría ser desde un espejo que tengo con algunas personas del lugar, que realmente mi presencia sobrase y por cortesía no dijesen nada, hasta haberme llevado un paquetito etérico del castillo, como me ocurrió semanas antes en el Monasterio de Santa María de Valvanera (La Rioja) en la que estuve los dos días posteriores que no daba pie con bola.
Finalmente, hablando del suceso con una persona de confianza, su comentario fue de que «hay que tener en cuenta que la mente siempre busca el conflicto» y esto me hizo pensar en la metáfora del carruaje que parte de la alegoría del caballo alado de Platón y se puede resumir en:
Los caballos y el carro forman un equipo indivisible, al igual que las emociones y la mente, pero para que todo funcione, el viajero es quien tiene que tomar las decisiones.
El cochero mantendrá y reparará el carruaje cuando haga falta, pero no se obsesionará con él, y alimentará y cuidará a los caballos, pero no se someterá a ellos.
El viajero es quien conoce la meta y es quien realmente nos puede llevar a ella, subido a una mente serena, impulsado por un cuerpo y unas emociones equilibradas.
La mente es el vínculo entre el ser superior y el ego. A través de este canal el ser superior se expresa en el mundo. El comportamiento del caballo depende de cómo el cochero lo dirige. Por tanto, los estados emocionales (el caballo) dependen en gran parte de los pensamientos (el cochero) y no de lo que ocurre en el exterior.
Nosotros tenemos cuerpo, emociones, mente y espíritu. El espíritu es la esencia del ser, es el alma, es el amo del carruaje.
Aquél día, gracias al caballo llevé mi «calabaza» a un lindo lugar, conducido por el cochero con todos sus batiburrillos (con las riendas a veces sueltas y a veces cortas), llevando el carruaje y al pasajero de un lugar a otro.
Me quedo con la duda de si seguir insistiendo en ir a sitios donde tenga que luchar para sentirme acogida (terminando con la sensación de idiota e inútil) o simplemente de pasar y aportar donde se agradezca mi presencia (terminando con la sensación de haber sido útil).
¿Qué harías, tú, querido lector? ¿Cuál es tu reacción en casos similares al expuesto?
Ir a los lugares donde una no siente que es bien recibida genera una desasosiego y un malestar que es evitable. Podemos pasar por eso una vez, pero dos? Una percibe cuando hay empatía, buena energía, alegría por que estemos allí… Cuando esto no existe, aparece además del malestar esa sensación de «invisibilidad», de estar de más. Cuando eso me pasa (que me ha pasado muchas veces) no insisto y me retiro. No sé donde voy luego o si voy a alguna parte, pero si necesito salir de ese lugar. Luego, trato de estar o hablar con quien me sienta a gusto y se sientan a gusto conmigo. Y de paso comento lo que me ha pasado, lo comparto. Así se diluye el malestar.
Finalmente, ¿sabes? Si justamente tú no eres bien recibida o no se agradece tu presencia, pues ellxs que se lo pierden. Y una sugerencia aunque no me la has pedido: Busca estar en lugares en lo que te sientas bien y a gusto.
me ha pasado muchas veces y aunque la edad me ha dado herramientas para no vivir estos momentos que cuentas, siempre tengo que estar al loro para que no me pasen de nuevo.
Lo que aplico les llamo estrategias mentales y emocionales. Me pongo en el lugar de tu narración:
1) Qué quiero de ese sitio? Qué busco ahi?
Este primer punto es super importante para digerir todo lo que viene después
Requiere un poco de honestidad emocional con una misma, desde luego, ya que puede ser cualquier cosa y ahi entra la mente:
ver al tio/tia que me pone y que quizás esté….
ver a alguien en concreto porque tengo una charla pendiente….
porque simplemente quiero ver la casa…
porque quiero dejar algo de mi ahi (colaborar de alguna manera)….
y así tantas razones varias y personales
2) Pistas: mi amiga no quiere ir porque sabe que va a pringar limpiando y prefiere estar relajada en la playa…es su opinión y decide en función de eso
Otra pista: la casa necesita reformas…es como si vas a visitar a alguien el dia que se muda de piso -> la situación empujará a que pringues
3) Acción: Decido ir para conseguir el objetivo (punto 1)
4) Circunstancias: Resulta que las circunstancias para conseguir el objetivo no son las apropiadas. Entonces busco plan B y C y D….
Aborto misión y vuelvo a la playa con mi amiga, después de haber visitado un castillo…es decir, la aventura es la aventura…
Para ello puede que haya saludado a la anfitriona, me haya tomado una birra y haya elegantemente reusado ponerme a colaborar y expresado honestamente que quiero ocupar mi tiempo en otra cosa
Resulta que las circunstancias son óptimas para conseguir el objetivo
Entonces tendré una experiencia plena allí, que después ocupará un capítulo entero de mi libro de aventuras: aquel dia que fui a un castillo.
5) marketing de mi dia:
Resulta que el dia no fue óptimo: saco mis herramientas para poner a parir a todo dios y me rio del tema con mi amiga que está en la playa o en cambio «lloro en el hombro de mi amiga» o me miento diciendo que ha ido todo DIVINAMENTE.
A ella, si quiere, le tocará su momento de marketing de lo que le haya pasado durante. Y, atención…puede que ella aplique o no la misma estrategia.
Resulta que el dia fue óptimo: saco mis herramientas para poner a parir a todo dios y me rio del tema con mi amiga que está en la playa o en cambio «le echo en cara a mi amiga que no haya venido y que ha perdido el tiempo en la playa» o me miento diciendo que ha sido el mejor dia de mi vida.
A ella, si quiere, le tocará su momento de marketing de lo que le haya pasado durante. Y, atención…puede que ella aplique o no la misma estrategia.
Sentirse bien, a mi parecer, es muy personal, relativo y requiere de una estrategia emocional y mental.
No hay ley universal, sino equilibrio entre todas las partes de una misma persona
Yo, como sigo sin acertar a priori, me permito los cambios que vea necesarios para conseguir este bienestar. Llegar a casa y sentir que ha sido un buen dia, ni super ni mierda…un BUEN DÍA 🙂
Salut
Muchas gracias por tu respuesta. Evidentemente que hay cosas en el texto que no he contado y me he centrado en explicar lo ocurrido de la forma mas objetiva posible, sin victimismos y con un enfoque reflexivo.
Al pasar los días seguía con la mosca dando vueltas y finalmente tomé la decisión de alejarme temporalmente de este sitio hasta que se encuentren en otro punto (y yo misma también). A veces una retirada a tiempo es la mejor estrategia.
Con la amiga ningún problema, ni lloreras a hombros de nadie ni chismoteos varios. Leyó incluso el artículo y quedó como una aventura mas. Con ella, nos encontramos a la vuelta y seguimos con nuestros planes 🙂